Por unos segundos todo se detuvo, me quedé
petrificada mirando a Peter caminado hacia la mesa. Me había olvidado qué era
lo qué le iba a decir, todo lo que había planeado se disolvió. Iba a tener que
saludarlo pero no sabía cómo hacerlo. ¿Un abrazo? Era demasiado. ¿Un beso? Me
resultaba un poco seco. ¿Con la mano? Ni loca. Cada vez estaba más cerca y yo
estaba pálida, no quería que me vea cerca de Benja, pero tampoco quería huir de
mi propio novio.
Me levanté de golpe y me dirigí al baño. Me
había agarrado un ataque de vergüenza, cosa que era raro en mí. Cande me vio y
se paró atrás de mí, me siguió en silencio hasta que estábamos encerradas en el
baño.
-¿Estás loca? ¿Qué te pasa, Lali? Lo ves a
Peter y salís corriendo, te da vergüenza cruzártelo. O te volviste a enamorar
de él con un simple sueño o te estas volviendo loca. Activa, amiga. Tenés que
hablar con él…
-Ya sé, pero ¿qué querés que haga? Benja
está ahí, vino conmigo y está pendiente de mí. No lo puedo decir “Che mi amor,
banca que quiero hablar a solas con mi ex de algo que vos no podes saber”.
-Tampoco podes salir corriendo. Si viniste
acá es porque queres hablar con él.
-Pero Benja… -Me interrumpió su celular.
-Mi amor, hola. –Atendió Cande. – ¡Ehhh!
Jodeme que ya estás acá. Buenísimo… Sí, ya sé. ¡Tengo una idea! Te voy a buscar
ya al aeropuerto, me acompaña Gas que acaba de llegar de España… Y Benja. –Yo no
entendía nada, estaba completamente desconcertada con la idea de mi amiga. –Sí,
mi amor… Benja… Quédate un rato ahí, pedite un café y en un poco más de media
hora estoy ahí… Dale, yo también. Un besito.
-Candela, explícate. –Por poco le grité.
-¿Benja era el problema? Ya lo resolví. Le
voy a pedir que me lleve en su auto al aeropuerto, no se va a negar. Gas me va
a hacer la gamba. Convéncelo vos también, dale amiga, te estoy dando una mano.
Me costó acceder, pero finalmente lo hice.
Tenía tantas ganas de tener una hora para hablar con Peter que podría haber
aceptado cualquier cosa.
Volvimos a la cena, por suerte Peter no estaba
a la vista. Nos acercamos a Benja, Cande tenía una sonrisa de oreja a oreja.
-¿No le harías un favor a mi mejor, mejor,
mejor amiga, no mi amor? –Le sonreí exageradamente. Él se rio tímidamente.
-Pero sí, como no. ¿Qué tengo que hacer?
-Acompañarme hasta Ezeiza… Con Gas, a buscar
al otro Gas. –Dijo Cande colgándose encima de él como gesto de súplica. Benja
me miró buscándome para usarme de escusa, lo conocía muy bien. Pero esta vez yo
no estaría dispuesta a salvarlo, lo necesitaba alejado.
-Dale, mi amor. Por favor. –Lo presioné.
Le costó bastante, pero finalmente cedió. En
menos de diez minutos, Cande, Gas y él estaban saliendo al aeropuerto y yo
tenía todo el tiempo para hablar con Peter. Estaba emocionada y nerviosa al
mismo tiempo; eternamente agradecida por la idea de Cande.
Lo busqué con la mirada por todo el lugar
hasta que lo encontré, estaba de espaldas a mí hablando con la China. Caminé
disimuladamente hacia él hasta que me encontré a unos metros de su espalda,
Euge me vio y se quedó mirándome fijamente. Él se dio vuelta y nuestras miradas
se cruzaron.
Y ninguno dijo nada, simplemente nuestras
miradas se cruzaron.
Otra vez.
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